La rabieta es una pérdida de control de las emociones. Esa falta de control, hace que lxs peques pierdan su capacidad de reflexión. Por lo que un/a niñx que tiene rabietas no es un/a manipulador/a.
Las rabietas forman parte del desarrollo normal del/a niñx, tienen que aparecer en mayor o menor medida y son evolutivas, es decir, según vaya madurando el cerebro del/a pequeñx, podrá controlar más la emoción(enfado, ira, tristeza…)y sus reacciones serán menos intensas y más cortas. Esto no quita que se den situaciones realmente difíciles de gestionar para quienes los acompañamos en esos momentos. Por eso debemos acompañar las rabietas infantiles de forma respetuosa.
Podríamos definir una rabieta como la expresión intensa de enfado o de frustración que manifiesta un niño ante una situación que le resulta adversa, como puede ser la imposibilidad de cumplir un deseo.
Suelen producirse, generalmente, entre los dos y los cuatro años de edad, aproximadamente. Y pueden manifestarse simplemente como un llanto intenso o incluir otras reacciones como gritar, tirarse al suelo, patalear, dar cabezazos, etc. Y forman parte del desarrollo natural del niño. Las rabietas de los niños son esenciales para establecer un apego seguro.
El cerebro de los niños, como sabemos, está en construcción. Y el área del cerebro donde se desarrollan las habilidades complejas como el pensamiento abstracto es la corteza prefontal.
Es esta zona del cerebro la que nos permite «filtrar» nuestras emociones para adaptarnos a la situación y tener un comportamiento social adecuado. Pues bien, en los niños, esta parte del cerebro es precisamente la que aún no ha terminado de formarse. Ellos viven las emociones sin filtros de ningún tipo.
Nos encanta verlos reír sin control pero no nos gusta tanto verlos enfadarse sin control; y, sin embargo, son las dos caras de una misma moneda: el desarrollo de su cerebro. Del mismo modo que entendemos que un bebé de dos meses no puede caminar porque su cuerpo aún no está preparado para ello, debemos entender que un niño pequeño no controla sus emociones porque la parte de su cerebro que se encarga del autocontrol aún no ha terminado de formarse.
Hasta este momento lxs peques están vinculadxs a sus figuras de apego y dependen de ellxs para su superveniencia, pero a partir de los 2 años aproximadamente, lxs niñxs empiezan a independizarse emocionalmente de sus progenitores, sintiéndose libres para decidir. Saben comer solos, se desplazan, algunos hasta controlan sus esfínteres y va a ser en este momento en el que van a encontrar con la expresión del NO, lo que en muchas ocasiones les hará chocar con los límites de sus progenitores. No lo hacen para enfadarse ni molestar a sus padres sino porque forma parte de su desarrollo emocional y madurativo.
Crecerán, madurarán y dejaran de tenerlas, y lo harán cuando estén preparados para ello, ni antes ni después. Nuestra forma de acompañarlos en esta etapa puede ser determinante para nuestra relación con ellos e, incluso, para el desarrollo de su autoestima y su autoconcepto
Si sabemos que hay ciertas situaciones en las que al peque le suele costar controlarse y que, con toda probabilidad, pueden desembocar en una rabieta, evitemos esas situaciones simplemente anticipando lo que va a pasar o si se va a producir algún cambio. También enfrentarse a algo que no les gusta les ayudará a madurar y gestionar su frustración.
Debemos empatizar con ellxs. Agacharnos para estar a su altura, mirarles a los ojos… hacerle saber con nuestros actos que estamos ahí para ayudarles. Esto también ayudará a controlar sus emociones frente a alguna situación que no les gusta.
A veces, cuando los peques tienen muchas rabietas y muy intensas, nos cuesta conectar con ellos. Nosotros, desde nuestra percepción adulta, no entendemos que se ponga así por todo: porque quiero comprarme un juguete, porque no quiero los zapatos azules, porque quiero ir al parque y ahora no se puede… pero en su mundo infantil esas son todas sus preocupaciones y todos sus problemas.
Ayudarle a ponerle nombre a lo que está sintiendo y aceptar que tiene derecho a sentirse así le ayudará a gestionar la emoción.
Porque no es lo mismo estar enfadado, que triste o decepcionado. Pero, sobre todo, porque no es lo mismo sentir que tienes derecho a enfadarte o entristecerte y que puedes expresar las emociones en confianza con tus padres que sentir que debes reprimir y ocultar tus emociones en su presencia.
Podemos dar a elegir al niño entre dos opciones ofrecidas por nosotros. Por ejemplo, si está queriendo jugar con un cuchillo grande y, lógicamente, no le vamos a dejar; podemos preguntarle «¿quieres jugar con las cucharas de plástico o prefieres jugar con las de metal?».
Suele funcionar bastante bien en rabietas infantiles por dos motivos: uno es que, el hecho de poder elegir (aunque sea entre dos opciones previamente elegidas por nosotros) ofrece al niño más sensación de libertad a la hora de tomar decisiones que cuando la decisión la tomamos nosotros por completo.
El segundo motivo es que al plantear la pregunta así, cerrándola entre dos opciones, hace que, si no están demasiado ofuscados, se vean en la disyuntiva de tener que elegir y simplemente opten por la alternativa que mejor les venga en ese momento.
Pero una vez que ha estallado la rabieta, si lxs peques ya se ha desbordado por completo emocionalmente, ahí ya lo único que nos queda hacer es acompañarlo durante esa rabieta.
Y acompañar una rabieta puede ser uno de los retos más difíciles que se nos plantea, porque implica ser capaces de mantener la calma y no dejarnos contagiar por esa pérdida de control del/a niñx; y ser capaces de conectar con ellxs y su situación para descifrar qué necesitan en ese momento.
Podemos ofrecer contacto físico si lo quieren (algunos niños lo rechazan abiertamente en estos momentos). Podemos utilizar mensajes positivos en primera persona: «Estoy aquí», «Te quiero», «Estoy contigo».
Es fundamental evitar los mensajes dirigidos al/a niñx en forma de reproches u órdenes: «Hay que ver la que estás liando», «Estate quieto ya de una vez», «Tranquilízate»… recordemos que están fuera de control porque en este momento de sus vidas no tienen ni las herramientas ni la madurez necesaria para comportarse de otra manera; y este tipo de mensajes en los que les pedimos algo que no está a su alcance, solo sirven para empeorar la situación.
Podemos permanecer en silencio y establecer algún tipo de contacto físico para que sepan que estamos ahí, apoyándoles.
Si la intensidad de la rabieta le puede llevar a lastimarse o lastimar a otros, tendremos que pasar a la contención. Contener al niño implica abrazarlo con firmeza y así evitar que se haga daño o haga daño a otra persona, incluidos nosotrxs mismxs.
Una vez que haya pasado la rabieta y estemos todxs tranquilxs y relajadxs podemos hablar con el peque sobre lo ocurrido. Podemos ponerle nombre a su emoción y así les ayudamos a identificar y a nombrar las distintas emociones y, al mismo tiempo, podemos preguntarles o plantearles ideas para conseguir relajarse cuando pierden el control de la situación. Y, sobre todo, mucha paciencia, respirad profundo y recordad que crecerán y dejarán de tener rabietas. Ninguna etapa dura para siempre.
¡Me encanta este artículo!
Es importante saber escuchar a nuestros niños en todas sus facetas, y con las rabietas muchas veces quieren expresar y decirnos más de lo que nos creemos.
Es un articulo que nos va a servir como material de apoyo para las rutinas diarias del aula y para compartir con todas las familias.
Muchas Gracias.